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24.2.05

Patria Alienígena



Es cuando el húmedo calor estival perfora la piel cual daga candente que los espíritus inquisitivos suscitan sus más desconsiderados atrevimientos. Razón y cordura se funden en la desesperación por el control absoluto de nuestros senderos disidentes y contemplámosnos acelerados y a merced de imágenes impías que se suceden entrelazada y vertiginosamente. La sed de satisfacción, tranquilidad y desinteresado bienestar se convierte maliciosamente en un engaño que se copia a sí mismo una vez más, victimario de toda sutileza, sapiencia y prudencia.
Rozando semejante estado de cosas, la imaginación invita a pasear. Y los dos mejores lugares para aquello siempre serán el cuarto cerrado, aislado, en la oscuridad; y su pululante, pomposo opuesto, la opulenta jungla de cemento, el reino de la celeridad, el sinsentido y la etiqueta de moda, emblema eterno, flamante, hipócrita, de un grotesco teatral que nunca llegó a estrenarse.

Así es como el caminante atento y pleno de paz merodea entre maleza y espinas, asombrado, ofuscado, incrédulo ante esta irreversible masa de emociones inocuas. Un paseo infernal, cuyo destino pierde significado, absorbido por aquel inconcebible vórtex sensual. Guerra de colores opacos y sombras, de disgustos y palpitaciones funestas, de pasos hacia el olvido.
Es esta la ciudad en que vivo? Con esta gente comparto mis andanzas? Es ésta mi patria? Pero, cómo podría sentirme identificado con tal malformación de sueños y pesadillas tempestuosas que relampaguea en intermitencia, como acosado por una inmensa nube de polvo y ceniza de sueños muertos?
Sentirse identificado con dicho torbellino de pensamientos trae regocijo sólo a los espíritus que vagan en busca de su cuerpo perdido; cuya constitución y orgullo se ha abandonado en el camino, esperando abrazar algo más grande que ellos. Los que han logrado abrazarlo, ya no están ahí, pues han sido jalados hacia adentro con destreza mitológica.
Niego que algo así se constituya en patria para alguien que lo ve como yo. Prefiero velar por mis seres queridos, que es algo más factible, a hacerlo por gente de quien no se nada en absoluto ni de ellos ni de alguna de sus extrañas procedencias. Niego el sobreexigirme por defender algo que no amo, menos por algo que ni siquiera conozco. Aquellos que lo ven diferente, pues me alegro por su coraje, o lo que sea que los incentive! Una ceguera colectiva? O el hechizo fallido de algún chiflado mago de antaño? Quizás el hecho de ver cómo una ciudad que fue construída como un ideal se desmorona de vergüenza ante el torbellino vacío es justamente lo que les provee con bienestar y dibuja aquellas sonrisas que desbordan sarcasmo muy cerca del ojo de la tormenta.

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