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11.11.06

Conjunción!

Que desfilen todos los posts!

11.6.06

De la Vanidad Pecaminosa


Nunca fuimos proveídos con instrucciones para vivir; al menos hasta ese punto nuestro horizonte es pasible de visión. Y la nefasta -aun majestuosa- condición de burlona confusión que adorna nuestros pensamientos provoca aquel lamento tan agrio de no poder aferrarse a nada constante en este mundo, por mas extensa que sea nuestra existencia o profundos nuestros propósitos.
Dadas así las cosas, hombres y mujeres de toda procedencia, color, gustos o esencias si se quiere, encuentran su salvación minimalista en considerarse a sí mismos como el eje universal, inintermitente y receptivo de este vaivén de emociones que llamamos vivir. Y en lo tocante a esta triste reflexión, nótese el horrible caparazón que se cierne sobre aquellos que abusan de esta salvación minimalista: el exceso de autoconfianza, el escepticismo desenfrenado y su marcha ruidosa, los descréditos, la inocua autocomplacencia en que la aceptación de una vivencia miserable se esconde, la descreencia en el cambio, amén de una infundada repugnancia por lo ajeno como aderezo de este exótico bocado espiritual.
Sin llegar a una condición psicomecánica, sobre la cual me pronunciare con anterioridad, personas que padecen tras las rejas de esta prisión hecha de sí mismos realmente pueden reflejar un aura de integridad y comprensión, conteniendo el volcán que dentro suyo quiere estallar y volver a creer. Válense de promesas por espada, crítica desmedida por escudo, y altanería por capa; y es por esta razón que quien abra bien los ojos ante ellos podrá contemplar los destellos intermitentes de petulancia y avaricioso raciocinio de creatividad.
Encontrar formas de tratar con el engendro que se retuerce en el interior de su conciencia más profunda ha probado ser una labor ardua hasta para los oradores más habilidosos. No obstante, puede lograrse, y por cierto existen diversas maneras de conseguirlo: ya sea reflejando su tempestuosa irradiación de si mismo hasta que rebalse y se sacuda como pescado fuera del agua, absorbiendo la degenerada y cataláctica orquesta desafinada que bulle desde su discurso, la sola paciencia y voluntad de comprensión amparada por una regular instancia de filtro para aquellos que les toque convivir diariamente con estas criaturas (con el tiempo obtendrán el punto justo y la difusa barrera entre lo concreto y lo desdibujado se volverá tangible) han probado eficiencia a la hora de tratar con esta pandemia en mi propia experiencia, y en allegados también.
Advertidos quedan ustedes, entonces, de esta mascarada condición, y de cómo focalizarla y erradicarla, estos son los lineamientos básicos; mas lo cierto es que las circunstancias en casa caso moldean el virus y su preciada cura.


30.12.05

La Señal Funesta













Certeza, error, regocijo, decepción
chance, prueba, estado y opción
En derredor, oscuros insectos de pantano
o jazmines de campo que adoran el Sol.

Y Día, y noche, y día, y noche
y auroras, tormentas, nubes
Y cielo azul, blanco, celeste,
opaco, tímido o estridente.
Todo señala el fin. Tan necesario es el fin!


Ojos ven, ojos miran, ojos juzgan
bocas profesan, bocas besan
Huracán, torbellino, arcoiris, aurora
celosos adornan fauna y flora.

Lo veo, todo nace, crece, brilla
luego marchita y muere
Manos construyen y destruyen
mentes recuerdan y olvidan
Todo señala el fin. No hay comienzo sin fin!

Quizás alguna prisión de armonía
guarda el cambio obliterante
invisible, intocable e insensible
tras barrotes de monotonía.

Es que quienes osaron hacerse
de tan ponderable tesoro
encontraron sólo hambruna y aire?
habrán sabido verlo?
Todo señala el fin. Tan cruel y determinado es el fin!

Hay cambio de cambio?
O rotamos sin girar?
O avanzamos en círculos?
Nos movemos siquiera?

Qué siente la abeja cuando vuela?
Y el buey se alimenta?
Y el oso cuando hiberna?
Y el hombre cuando muere?
Todo señala el fin. No hay escape al fin!

10.11.05

Interludo II













Un crimen ha ocurrido! Cuatro sospechosos son interrogados.

Manco: -Yo no fui. Fue el sordo.
Ciego: -El sordo no fue. Fue el manco.
Sordo: -Yo no fui. El mudo es inocente.
Mudo: -...

Cada uno de los que habló dijo una verdad y una mentira.
¿Quien fue el único culpable?

El primero en resolver el precedente será galardonado con un galón de pura malta.


9.11.05

Los Espejos Engañan



















Lo cierto al caso es que pasamos la vida entera sin ver nuestro rostro. Y, de ser posible, me temo veríamos uno solo pretendiendo olvidar los demás: todos aquellos que no preparamos con antelación o ardid de pensarnos realmente bellos. Pretender ver nuestra imágen es tan ridículo como intentar oir un dibujo, un reflejo del impacto lumínico en nuestra piel no puede decirnos mucho mas, del mismo modo que no toda entidad sensual es visible, pues los espejos engañan.

Que es lo que vemos? El óbice de una sensación forzada, la carcasa de su impostergable difuminación y el cuerpo sin vida de un juicio propio que obliteró en el silencio.
Ea! Maculad ese conformismo pétreo que ya demasiado ha hundido sus raices hasta la pulpa de nuestra amedrentada sensibilidad, pues los espejos engañan!

Vamos a condenar el brillo de nuestra sonrisa a un retrato oscuro? O deleitarnos encerrando nuestro inconfundible llanto tras una lámina reflectora, para que no olvidemos cómo hacerlo? Atarnos al prejuicio, y atar a los demás a nuestra pobre visión, es la respuesta? Y la pregunta? El perjuicio de encasillar es que proyecta una anticipación falsa y perfora la alegría de la sorpresa, pues los espejos engañan.

El destierro de la ilusión comienza cuando creemos estar seguros de lo que sucederá; en el acto de miramos al espejo, creyendo que aquella percepción de nosotros es verídica cuando en realidad muestra menos que nuestra imaginación; extendiendo, cuando conocemos a alguien, y lentamente y sin avisar, sustraemos su poder de sorprender, caso en el cual el esqueleto de lo antedicho puede imponerse para llegar prácticamente a la misma conclusión, pues los espejos engañan!


8.10.05

De Ángeles, Demonios y Dioses


Cuéntase que cuando aún caminaba Mahalalel entre los mortales, y los hogares eran de roca desnuda, y los arcaicos vestigios de la naturaleza eran manojo de retoños llenos de vida, y los mares y las tierras aún peleaban y chocábanse en busca de espacio para respirar y reflexionar sobre el viaje que habían hecho desde el olvido, y los vientos gozaban de los colores del mundo mientras se batían en carrera de ventiscas, azotando maleza y arbustos a su paso, y el cielo aún no había decidido su color, a pesar de los insistentes consejos de sus hijas las nubes, y las estrellas probaban posiciones y discutían aún sobre lo escencial de una constelación, y las criaturas terrestres y marinas agitábanse ante tanta incomprensión de los fenómenos del mundo, la lluvia, los terremotos constantes, las inundaciones, las ventiscas de polvo, la ceguera que les producía el sol, pero por sobre todas las cosas, la sensación imponderable de estar vivos, se estremecía la Tierra entera ante la inevitable pregunta de quiénes la dominarían, y caminarían altaneros por sus prados frondosos y por sus dunas doradas, y navegarían sus aguas soberbiamente, y descansarían gozosos sobre el pasto luego de haber degustado sus lujuriosos frutos.
En un plano celeste, intangible, donde no alcanzaba la luz mas tampoco la oscuridad sino sólo los pensamientos osados, se encontraban cuatro misteriosos dioses sin orígen cuya participación en esta revolucionaria creación se mece hasta el día de hoy en los pétreos brazos de la ignorancia:
El dios Chronos había inventado el tiempo y el ciclo entre el día y la noche, dando específicas indicaciones sobre la rotación y bamboleo perpetuo de los cuerpos espaciales, y había sugerido repetidas veces a los demás, abogando por el eterno poder de los dioses, que la vida entera se confinara a esta inerte y cíclica concepción temporal, donde hay un tiempo que pasa pero, copiándose a si mismo, todo lo destruye y encierra la vida entera en un sinfin de monotonía cataláctica privándola de que un tiempo más real que ese pueda ser vivido.
Por otro lado, Adea, diosa del balance y de la belleza de las cosas y las criaturas, quien no compartía esta concepción porque quería ver crecer a sus criaturas en boceto que tanto esfuerzo le habían costado, instó a los restantes a reconsiderar su opinión. Ya había completado el prototipo de las plantas, los pájaros, las criaturas silvestres, las algas marinas y varios moluscos, y el del hombre y la mujer; mas nunca había pensado que el tiempo que Chronos inventara pudiera ser tan incisivo y determinante.
Tomuzi, responsable por lo material, las substancias, al aire y el espacio, de buen grado había recibido los bocetos de Adea para dar los últimos retoques a su delicada creación, mas la proposición de Chronos también lo turbaba en su medida. Hubiera ganado el corazón de Adea -algo que siempre deseó en secreto- si no hubiera inventado la muerte y el reciclaje material.
El cuarto dios siempre se negó a tener un nombre, dado que detestaba tanto lo material como lo linguístico -y de sus repetidos roces con Tomuzi no hay lastimosamente ningún recuerdo-. Había agregado, a espaldas de los otros tres, curiosos experimentos de retorcida autonomía en la dimensión del pensamiento, que estaba a su cargo. Entre estos, la suerte, que una vez concebida se escapó de su control; la depresión, que arrojó hacia la Tierra con desprecio por la aberrante sensación que le traía el manejar semejante cosa; pero lo más estrambótico que había ideado era una imagen de su propio ser, que anexó a escondidas entre los planos de Adea y de Tomuzzi. El único que concordaba completamente con Chronos, era él.
En esta época de confusión, pretendida inocencia e incertidumbre, dos expecies mortales alcanzaron la voluntad, cénit de la conciencia.
Los unos lucían cabellos del color del Sol, pálidos rostros que emitían cierta nostalgia y hermosura como si de la Luna se tratase, y ceñíanse túnicas color crema por debajo de sus alas. Su temple era pacífico, comprensivo, atemporal, mas sus ojos relampagueaban e hipnotizaban cual mágica tormenta. Altos y soberbios, algunos llevaban barbas de considerable extensión, y engarzaban joyas como diamantes, piedras de amatista y rubíes alrededor del cuello y en pecheras de plata y adamantio. Decían que venían de los cielos, y que habían bajado de las estrellas para hacerse de y cuidar la fructífera belleza de aquel nuevo mundo. No se los llamó "ángeles" hasta pasadas centurias, aunque con ese nombre se los recuerde.
Los otros, que habían llegado antes, conservaban como orígen las entrañas del mundo, el vientre de la madre naturaleza, y por eso llamábanse los hijos de la Tierra. Su tez era rosada y su contextura tosca. De sus hombros, brazos y piernas se asomaba un vello grueso. Sos ojos, de color morado, irradiaban desconfianza. Fueron éstos los primeros mortales no humanos que habitaron las cavernas y se refugiaron en los árboles jóvenes. No eran guerreros, pues nunca habían estado en batalla. Simplemente amaban la Tierra y tan respetuosos como agradecidos convivían en sus llanuras. El mito los ha confinado al nombre de "demonios".
Así las cosas, cabe explicar ahora que la paz hubiera perpetrado en su estridente amanecer si algunos de los ángeles más ávidos no hubieran concordado con el dios oscuro la tenencia del mundo, ensombreciéndolo con luz en un hipotético Imperio del Sol y la Luna.
Cuando tamaño osadía llegó a oídos de los demonios, y atestiguaron con sus propios ojos la construcción de pirámides, monolitos y castillos de mármol blanco y metales extravagantes que reflejaban el Sol con más filo que la mejor daga, inquirieron a los ángeles sobre dicho accionar, clamando que la Tierra nunca contemplaría dueños absolutos; mas fueron repudiados con desprecio al fragor de las armas.
Así, por primera vez la sangre se derramó sobre el suelo fértil, y ennegreció la tierra, y provocó que ciertos árboles se retuerzan en sequedad, pululando por la onírica gota de agua, y que algunos metales y piedras perdieran su brillo y orgullo.
Pese a los subsiguientes llamados a la paz por parte de Adea y las lluvias de Tomuzzi, las cuevas de los demonios fueron saturadas de rencor y venganza, y se organizaron en un estruendoso ejército que marchó hacia las puertas del castillo blanco tres días antes de la gran conjunción.
En una súbita reunión, los cuatro dioses, alertados por estos últimos eventos, discutieron acaloradamente y se enemistaron entre sí, exiliándose en cuatro puntos cardinales del universo cuya disyancia que los separa es cien mil veces mayor a lo que en su vida cien mil hombres podrían caminar. Se cree que en esta época nacieron los primeros volcanes y terremotos, y el mundo se sumió en una masa incontrolable de vida y angustia por su propia existencia. Así, dando la espalda para siempre, se despidieron los dioses creadores de su creación y de si mismos, algunos en dolor y llanto, otros en descarados planes de retorno sobre los que no sabe ni el mar. El tiempo se había detenido en una noche solitaria y sepulcral, y el canto de los pájaros era un recuerdo.
Y llegó el día de la batalla. Un día negro, ventoso, de aguas burbujeantes por el calor, de espadas melladas y de un cielo color sangre. Los ángeles ni siquiera dejaron a los demonios llegar a sus puertas! Se abalanzaron desde el cielo con lanzas y flechas que perforaban los primitivos escudos de los demonios. Al rato, las puertas del castillo se abrieron y una bandada de ángeles montados salió al encuentro de su enemigo, cortando cabezas y miembros de manera harto eficiente. Pero los demonios eran demasiados! Los ángeles voladores no podían vislumbrar el final del ejército que estaban enfrentando.
Así, avanzando a golpes, cortaduras y cuerpos sin vida, los demonios consiguieron entrar al castillo.
Los ángeles, intimidados, comenzaron a blandir sus espadas con miedo y una furia desesperada.
La duración de esta insensible batalla es otro interrogante, pero se sugiere que terminó a dos días de la gran conjunción.
En un amanecer indeciso, contados demonios se refugiaron en el sótano del castillo. Muchos ángeles habían volado, quizás pretendiendo llegar al Sol para pedirle que curara sus heridas. Y el campo de batalla era indecible montaña de cadáveres y vegetación muerta, y lo que no había sido incinerado del castillo ya no reflejaba la luz del Sol. El aire contenía un vaho enfermo y vomitivo. Ese día fue el más silencioso que experimentó el nuevo mundo. Ya no habían gritos, ya no habían lágrimas; y las cosas hermosas, y los valores, y la esperanza, se habían manchado de esta insensata y contagiosa locura.
Los demonios finalmente salieron a la luz, a un día de la gran conjunción, al encuentro de los pocos ángeles que quedaban, postrados y con sus alas maltrechas, quienes se habían agrupado tres montañas al sur.
Después de un día entero de búsqueda, los demonios consiguieron dar con lo que quedaba de su enemigo. Y en ese momento apareció Chronos, y el cielo se partió en emoción, y las nubes se empujaron por mirar, y por última vez la Tierra se iluminó con luz divina, y Chronos habló enfurecido hacia ambas especies sobre su terrible accionar, y quitó las alas a los ángeles y el grueso vello polar a los demonios, y fundió ambas especies en un color prácticamente igual y contextura similar; y a todos extirpó la memoria mientras la mano distante de Tomuzzi levantaba los cuerpos en el campo de batalla y levantaba los rastros de civilización, y Adea replantaba las hierbas y calmaba las aves para que volvieran a cantar.
Y Chronos oró: "Llámese a este día la gran conjunción, y que sea grata, pues si debiere volver, mi ira será triple e infernal".
Pronunciadas estas palabras, se desintegró, mas no se exilió esta vez, sino que esparció su esencia y voluntad para controlar por siempre el movimiento de los planetas y la sucesión perpetua entre el día y la noche.
De los actos del dios restante en ese momento, no se sabe nada, pero hay indicios de que sin que Chronos se diera cuenta, se inmiscuyó en su obrar y con razones inentendibles desparramó su poder casi por completo en las criaturas durante la transformación.
Así se bautizó el primer día de la historia humana.

17.9.05

Nada es Real

Justamente por eso, todo lo es.

11.8.05

De la Sutileza














No nos diferencia de nuestros queridos animales el qué, sino el cómo. Como ostentadores de los colores y las formas, el plasma de nuestra dimensión pensante debe descender envuelto en seda; qué queda de la cultura si no?
Conocimiento incansable amparado por férrea tenacidad se desvanece en una fracción de segundo si no lo acompaña un mínimo de gracia y humanidad.
En el márgen latente entre la objetividad de lo que queremos proyectar y nosotros, hay un nicho infinito, una cueva parpadeante que nos llama; y negarla es negar gran parte de nuestra personalidad, además de la generación primaria del aburrimiento y lo soez.
Leer entre líneas, porque entre aquellas líneas podemos esconder el significado; en un instante, un silencio entre dos bocas puede guardar explosiones de los sentidos más poderosas que una tormenta eléctrica.
Hombres y mujeres ceñidos de sutileza guardan el cadáver durmiente que la esperanza legó hace añares, cuando el acto de comunicarse se volvió trivial y mecánico; cuando perdimos, además del tacto y el aliento, la apoteosis y el orgullo de ser humanos; cuando nos pisamos a nosotros mismos cual magna representación de la ridiculez, estrangulamos nuestras ilusiones frenéticamente y, bajando nuestras cabezas, nos dignamos -dignamos?- a gatear lentamente hacia nuestro diminuto fin.
Sólo la visión atemporal de alguien que puede oscilar entre su objetividad y su esfera de sutileza, y contempla inanimoso las lagunas tranquilas de la posibilidad, que aguardan extasiadas ser navegadas, surcadas y hechas bullir, puede perforar la difusa óptica que ante él se ha levantado para separarlo de su propia verdad.
Abrazad, pues, a la sutileza, mis hermanos! De las pocas cualidades humanas que aun se dejan ver, intermitente y estridente, puede iluminar el camino de nuestra salvación.

27.7.05

De la Inspiración




















Abrazo esta dimensión de sueños dulces e imágenes tersas!
Si algo he admirado de este panteón de sensaciones seductoras y tabúes sin tiempo en que vivimos, es la flexibilidad y alta gracia con que amedrenta la monotonía más férrea anclada en el pensamiento rígido típico de una mentalidad estructurada.
En las cosas que hacemos estamos; y en las cosas y en nosotros grita el infinito hilo artístico del cómo y el por qué, el inevitable y elegante, el majestuoso.
Podemos encontrarnos en una rama, en una piedra, en el cielo; de nuestra presencia es imposible escabullirse; y donde quiera que estemos, estará nuestro pensamiento y acción, enredado en aquella danza entre la utopía y la realidad que los ancianos sonríen estrepitosamente al ver.
Oh, me temo que el arte es ineludible, y así es perfecto. Abstento pero activo, sabe exáctamente cuándo llegar y cuándo irse la inspiración, y cual espíritu que sombrío cobija nuestros ahnelos más retorcidos.
La iniciativa vuela indemne por sobre lo físico, retrógrado y banal cuando la inspiración la acompaña, y es menester encauzar nuestros deseos cuando la inspiración se encuentre sobre ella! Brazos bañados en oro imponen respeto por sobre brazos de arena.
Inspiración, bendición creadora, pincel divino, elixir de lluvia! Te esperaré por siempre. Tu me espararás? Siempre estoy en camino!
Aun más, si eligieres no llegar, tu solo recuerdo hará brotar los haces creativos, nostálgicos y solemnes del anhelo, el pavor y la vergüenza; vas a decirme que ahí no estás?

9.7.05

Baumherr y La Resurrección del Bosque




















El siguiente toma lugar días atrás en una ventosa tarde de invierno, instalada en un bosque tan antíguo que parecía hecho de polvo y cenizas. Su desolación gritaba noche, y el ventarral lanzaba eufórica sus navajas, filosas como la espada más elegante.
Y hemos que el eco sordo de los pasos de un viajero encapuchado quebró la sepulcral sinfonía de este bosque muerto.
Atento al estridente resonar de dicha osadía, Baumherr, rey búho de esas tierras verticales, giró su cabeza para ver al errante. Y cuando pasaba justo por debajo de él, suscitó:
Baumherr:- Tarde es la hora en que te apiadas de este bosque, §iddhartha. Tu verborragia no sanará las heridas de este agrietado porvenir. He escuchado que conoces el secreto de la vida imperecedera, ¿Es así? En una época este bosque fue frondoso y fértil, amigo innegable de las criaturas silvestres que bebían el agua de sus lagos y comían los frutos de sus árboles. Por qué la vida nos ha abandonado al intemperie y merced de este viento filoso y seco? Pues yo te diré por qué: este bosque ha sido siempre acudido mas nunca amado ni protegido! Ha muerto de tristeza al figurarse que si no tuviere agua ni frutos ni cobijo de la lluvia y el sol candente, estaría verdaderamente solo.
El errante, luego de escuchar convalescente palabras tamaño nostálgicas, esgrimió su réplica.
§iddhartha:- Pues os digo, bienamado rey búho del bosque, veo que tu pena, dolencia y deudos son puros, mas insanos y encauzados senilmente.
No vengo a apiadarme de este bosque, sino a contemplarlo como es. Mis ojos se deleitan al presenciar el eterno relato de su historia, que las nubes inscribieron en el viento. Puntualmente, es la preocupación de este lugar durante su juventud a quedarse solo lo que las nubes y los pájaros redactaron muy eficientemente, a tal punto de haber estrechado el aire de tristeza y vientos cruzados que destruyeron su hermosura.
Los animales que han bebido sus aguas y comido sus frutos nunca os han abandonado; ¿Era acaso un acto de egoismo alimentarse de sus delicias, tal como lo prevé nuestra naturaleza? Es tan paródico como irrelevante y errado el culparlos ¿Dices que este bosque nunca fue amado ni protegido? Pues déjame decirte que he caminado por aquí antes, y he visto con mis propios ojos cómo las criaturas se deshacían en agradecimiento y las aves velaban por su bienestar. Diría que la ambición de este bosque y el inconformismo lo ha hecho envejecer prematuramente, para convertirse en esta máscara deforme del tiempo.
¿Quieres que el bosque vuelva a la vida, y sus animales regresen animosos a rendir tributo a sus detalles y sorpresas?
Baumherr:- Sí, sí! ¿Cómo es eso posible? Oh, arcaico mago, dime el secreto de la vida imperecedera!
§iddhartha:- No existe tal secreto, pero existe la respuesta dentro de cada uno de nosotros, búho magnífico. Son atemporales, si de verdad quieren serlo, sólo deben abrazar su esencia. Pregunta y respuesta son una sola en este caso, y deslindarlas los llevará a conclusiones tristes y mediocres. Encontrad tu pregunta y tu respuesta, búho, encontrad tu felicidad postrera, bosque salvaje! No os preocupéis por la edad, pues es sólo un estado en la mente. Cuando se crean no queridos, recordad que su belleza sólo la irradian ustedes, y en algún lugar es apreciada, aunque ustedes no lo sepan. Su autoconfianza será venerada, e inspirará otras. Vosotros podéis conquistar con la fe en sus corazones, y renacer hoy, mañana, y todos los días hasta que el mundo entero marchite!
Cuando terminaba su discurso, el errante levantó los brazos, y en un parpadeo el búho voló hacia el corazón de bosque. No volvieron a encontrarse hasta el fin de los tiempos, hora en que todos los relojes se detuvieron, pero se cuenta que en ese espacio de ramas retorcidas se encuentra hoy uno de los bosques más sublimes y frondosos que jamás existió.

29.6.05

αυτοκτονία

Estaba convencido.
Todo había sido un error, un malentendido, una mala abstracción de algún personaje que había intentado imitar hace tiempo olvidado. Su llegada a este mundo, su primer aliento, su primer paso, su primer beso, no habían sido más que derrotas ante la monotonía y ante su sobreestimada naturaleza.
Nunca pudo entregarse a la marea de la playa. Ya le daba asco hasta la sangre que corría por sus venas. Su ánimo, desbaratado, corroído por la sal de tanto tiempo haber vivido en la orilla de su pripia vida.
Vaciló unos segundos, intentando por última vez escuchar su corazón muerto. No escuchó nada. Y sentado en el mismo puente donde en época remota había creído experimentar el amor, compelido por una maquinación fantasmal, desenvolvió la daga del trapo con la cual se la había ocultado a su esperanza.
La daga brillaba radiante, copiando la penumbra sonreía. Sólo rompió el silencio sepulcral una ola que chocó con la base del puente, gritándole que no lo haga. Aquello fue lo último que oyó, mientras pesadamente se dejaba atraer por el caos seductor a sus pies y cada vez más cerca de su solemne final.
Su último pensamiento, desangrándose aun más que su muñeca, de un caos que aquella noche las olas envidiaron, y de una belleza tan solemne que la luna enrojeció: "Algun día, el mundo entenderá. Todo el mundo entenderá."

18.6.05

Doce Hadas



Incompleto aún ansioso
desvelado pero gozoso
levantó su vista y las vio
Doce pequeñas hadas
seducían con volteretas
y aleteos profetas.

Invitábanle, exaltas
exhortas, impetradas
decididas e inmaculadas
invocaban blasfemos
pensamientos prohibidos
sobre finales postreros.

Extasiado el hombre
por dicho enjambre
de lujuria perenne
accedió a su invitación
olvidando el pavor
que le traía tal inmersión.

Tres amarillas, tres verdes
tres rojas y tres azules
danzaban, sonreíanle
acariciábanle, elevábanle
ebrio de lujuria y postrado
el hombre sentíase agraciado.

Pero al llegar a las estrellas
allí donde las hadas tejen
míticas leyendas y pasiones
el hombre advirtió su torpeza
y soltóse en caída libre
intentando volver a la Tierra.

Quisieron rescatarlo las doce
mas no pudieron sostenerlo
estaba tan disgustado el hombre
que se había vuelto más pesado!
Nunca más encontraron sus huellas
y hasta hoy lloran su ligereza.

7.6.05

Del Congraciarse con lo que se ha Sido



Es condición sine qua non congraciarnos con nuestro pasado, si lo que queremos es avanzar hacia nuevos horizontes. Aceptarnos, respetar lo que somos y fuimos, es un acto que irradia seguridad y motricidad a iniciativas veñideras. Acto de amor multidireccional, luminoso! Barre con los fantasmas que lograron asestarnos aquellas situaciones en que nos avergonzamos de nuestra propia naturaleza, de nuestro propio pensamiento y guarida espiritual y cual feroz avalancha intentó hundir los cimientos de nuestro iglú.
No puede engendrar futuro quien no puede engendrar pasado. Si lo que buscamos es lanzarnos a la carrera de uno o mil fines, u objetivos, sueños, o lo que fuere, es prudente retroceder unos pasos y tomar carrera, y sólo en el pasado podemos hacerlo, porque el presente es estrecho y efímero. No basta con vernos a nosotros mismos victoriosos, suspirando y esperando a que llegue la gran oportunidad esperada. La oportunidad se crea, o se propicia; de lo contrario sólo habrá obrado la suerte, y a nuestra alegría la disipará la más leve ventisca. El camino ya trazado nos condiciona, sí, pero no nos delimita si lo tentamos a un innegable concilio por la autosuperación y el progreso en lo que sea queramos obtener. Más aún, nos rendirá la valiosa experiencia que nos debe, el legado póstumo de dicho camino, si escuchamos con atención. En este particular, garantizo que hasta de la experiencia más desagradable puede extraerse conocimiento.
Tener miedo de estirarse hasta nuestras propias raíces y primeros esbozos de imaginación -más precisamente, nuestra infancia- puede ser más provechoso que enfrentar paroxísticamente los problemas diligentes que opacan el brillo de nuestra piedra fastial. Hasta allí debemos retrotraernos, y recordar indiscriminadamente, vendando nuestros ojos sólo con imaginación y comparando, entrelazando, desdibujando el tiempo lineal y hacer de él un nudo como si de un hilo se tratase, luego deshacerlo y probar otro nudo, y otro; y todo esto en relación a un pensamiento, emoción o inquietud fija que se ha repetido en el tiempo, o algo que en todas nuestras vidas simplemente quisimos alcanzar pero lo pospusimos hasta el infinito, hundiéndolo en algún horizonte tétrico.
Habremos entonces de relatarnos brevemente a nosotros mismos lo que hemos querido aquí, allí, entonces, y ahora; cómo nos hemos sentido en tal, y cual situación; qué hubiéramos preferido allá y acullá; qué cambiaríamos; y por sobre todo, qué pensábamos.Con el tiempo nos encontraremos con una imagen atemporal de nosotros mismos, todos los rostros un rostro, todas las edades una edad, todas las búsquedas una búsqueda, y todas las circunstancias, una circunstancia. Una persona desnuda que no miente, ni exagera, ni oculta. Es ésta la misma persona -verdaderamente la única- que siempre ha estado allí, además de nuestros seres queridos, pero no la hemos podido ver, aunque nos haya consolado y alegrado en momentos tristes, y se haya manifestado a través de nosotros en formas que a veces difícilmente pudimos entender. Es quien cierra nuestra lógica, si acaso existe, soporta nuestros cambios, y vela cuando nadie más lo hace. Es éste el niño interior, el caprichoso, el terco, el puro! Contemplad vuestra esencia! Ésta es la inocencia que arrojamos por la borda la última vez que jugamos con un juguete, o hicimos una travesura. Pero, acaso calló? Nunca. Vivió en nosotros, tanto como las demás personas que dejamos de ser mientras nos buscábamos a nosotros mismos y, más allá de lo que creamos haber encontrado, si no incluímos a dicho niño interior y a todas las demás manifestaciones de nuestra exelentísima humanidad, no conservaremos la imagen atemporal por más que unos minutos fugaces.
Esto no insinúa que nos consideremos varias personas, sino que, cada cosa que hicimos, cada intento de alcanzar un fin, cada vez que nos vimos al espejo, nos lastimamos o sentimos el viento en la cara, cada pedazo de nuestro pasado, habla por sí mismo, todo lo que debemos hacer es escuchar su consejo, y que, cada vez que negamos la realidad de algo que nos pasó o algo que (in)variablemente fuimos, no habremos aprendido nada, ni conseguido lo que buscábamos, pues la cadena se habrá roto y estaremos al márgen de dos opciones: aceptar y aceptarnos, o sufrir lo mismo una y otra vez hasta que hayamos aprehendido esa parte de nosotros.
Si nos seguimos abandonando y mutilando, el futuro se alejará indefinidamente! El único modo de alcanzarlo, está en el pasado, y en nosotros mismos. Allí nos vemos.

26.5.05

Interludo I

Mi ponderada feligresía:

En esta oportunidad tengo algo diferente para vuestro regocijo. Se trata de un singular enigma. Proveeré recompensa en especias a aquél que se hiciere con la respuesta. No hay requisito alguno de participación, en tanto puede resolverlo absolutamente cualquier persona.
El ganador será el primero que anexare a este post la respuesta correcta.
El desafío estará vigente por treinta días desde la fecha de publicación del presente.
Un saludo efusivo.

Su devoto servidor.





Un prisionero está encerrado en una celda que tiene dos puertas, una conduce a la muerte y la otra a la libertad. Cada puerta esta custodiada por un vigilante, el prisionero sabe que uno de ellos siempre dice la verdad, y el otro siempre miente. Para elegir la puerta por la que pasará solo puede hacer una pregunta a uno solo de los vigilantes. ¿Cómo puede salvarse?

15.5.05

Oda a la Última Oscuridad antes del Primer Rayo de Luz



Irreductible aquel rayo,
inmutable nos atravesará
Impíamente, estilo antaño
potente porvenir sacudirá
Quejarnos o acongojarnos
No torcerán pentagramas
que amable Luna regaló.

Así pululamos, ambiciosos
sedientos de agua inversa
Arena abunda en los pozos
que imaginamos con inocencia
Y penetra en nuestros poros
Sin invitación, sin preguntar,
como si estuvieran ociosos!

E indefensas, aún hermosas
se levantan nuestras manos
Queremos evitar la luz
pero es inútil, somos humanos
Y los sueños se deforman
sangrando vierten su lamento
Efebo abre su plumaje cual avestruz!

Este retrato difuso del tiempo
caerá, y acompañado por más
Pero sobrevivirá con suerte
en alguna voluntad precoz
Que sin vehemencia, sin anhelar
osará ceñirse furia candente
y este sinfín mutilará.

Quedaremos nosotros! Bellísimos
guardaremos aquel recuerdo fantasmal
Una historia de tantos colores
ostentaremos y contaremos
Nuestras desventuras, errores,
alegría, aunque banal, inmortal
no claudicará en sus abismos!

Regocíjate, Sol desdichado
sólo sabes achicharrar
Que degustes gozoso nuestra piel
pues será ésta la última vez
Que te atrevas a macularla
y me verás marchar, idolatrado
por lo invisible, lo sagrado.

Bien merecido es tal ahínco
y fe del universo en mi ser
No defraudo nunca sus designios
abrazado a él quiero permanecer
En mis pensamientos soy rey
príncipe y a la vez esclavo
Pero de este Sol nunca seré hermano!

3.5.05

De la Vocación y Otras Solemnidades



Existe algo más, en definitiva, que un número concreto de vidas trazadas como modelos a seguir en forma ineludible. Aquél que se encierre en una función determinada para su vivencia, rechazando la sorpresa y el autoconocimiento, perecerá lentamente en los calabozos de la infelicidad y del conformismo.
Es menos aberrante y autodestructivo arrancarse los ojos y arrojarlos lejos que el engolosinarse con la escasez de estos prototipos vacíos, inícuos, traicioneros y petulantes, confiando en ellos como si de nuestros progenitores se tratase. Lo único que repugna más es que toda circunstancia y presión de tipo informativo lo corrobore como el camino del éxito, cuando por siglos trajo fracaso, hambre, guerra, y sinfín de indignaciones. Y me ahoga en tristeza el ver cómo aquí, allá, acullá, ejércitos de juventud derrochan el precioso regalo que es sentir la sangre correr por sus venas, la incuestionable libertad que lleva en su vientre la voluntad, férrea o difusa, determinada o no, por convertirse en una única palabra o dos, de bordes difusos pero afilados, olvidándose para siempre de su nombre propio y enajenando su personalidad por monedas. Y todo esto en virtud de un título que nunca se acordó de ellos y les fue esquivo hasta cuando escuchó mencionar su nombre insípido. Un castillo de arena que se desmorona cuando intenta tocárselo y lanza el tarascón si nos acercamos demasiado.
Una persona se enriquece con el estudio, pero si cree que el estudio le reportará una plataforma superior de pensamiento y recursos sólo cuando finalice su carrera, y no en forma paulatina, y acompañado por todos los aspectos que explícita o implícitamente se agregan, sea experiencia de vida, roces con otros campos ónticos, el mismo amor, se perderá en sus propios libros y apuntes.
No existe una vocación determinada para cada uno, sino que, como mínimo, cada uno tiene una mezcla de vocaciones, y por más marcada que sea una en particular, nunca podrá ni deberá ser considerada absoluta, porque esto hace al encasillamiento y la consecuente pobreza analítica y de razonamiento cuando aquel individuo se baja del pedestal y recorre un campo que no es el suyo.
Y, liminarmente, asesto la última osadía que al tópico concierne: la vocación verdadera se forma a lo largo de la vida, y no conlleva un nombre de común acuerdo con la sociedad, y decidirla a temprana edad provoca que la mayoría colapse contra paredes que sus propias ambiciones levantaron cuando aún conservaban en su espíritu la certeza de que, sin importar nada más, aquello que quisieran ser serían, y aquello que quisieran hacer de sus vidas harían.

14.4.05

Épica Sonámbula



Noches atrás, y abandonando las cenizas de un día fulminante, caí en un profundo sueño, el cual tomó mi percepción de espacio y tiempo por escasas horas. Y de ningún modo lo hizo en vano, pues tenía algo muy importante que transmitirme.
Una tajada de mi ser fue situada en un jardín de verdes brillantes bajo un cielo invisible. Sólo veíanse los extensos campos cuya frondosidad se fundía en el horizonte.
Contemplada la homogeneidad y paradisíaca perfección de aquel extraño lugar, mi humanidad invocó la naturaleza inquisitiva que lleva a los hombres a explorar su medio circundante, y comencé a caminar en dirección totalmente incierta, pues nada había que marcase un punto cardinal, ni una estrella, ni un sol, ni un pájaro amigo en gozosa fricción con aquellos aires húmedos se prestaban como referencia. Me figuré que en algún momento debería toparme con algo, alguna persona, algún rastro de vida que no fuera el mío, el borde del horizonte, mi destino, una liebre escurridiza, siquiera una hormiga perdida. No había nada. Temí por mi devenir, ya que moriría de inanición si no escapaba de esa monotonía impenetrable y solemne.
Trazando aquel extravagante sendero de incertidumbre, caí en cuenta de que, como nada había además de lo mencionado, no sólo eran todos los caminos el mismo camino, sino que, aún mas, el camino era algo que no era necesario en ese mundo, dado que la distancia no era como yo estaba acostumbrado a percibirla. De hecho, me di cuenta de que allí la distancia no existía. Realmente parecía como si hubiese sido apresado con espejos en círculo que todo reflejaban a excepción de mi. No habían caminos, pues no había adonde ir. Era la homogeneidad la trampa del sueño, su acertijo fundamental, y el desafío era romper la simplicidad que proyectaba el espejismo. Así, en aquel sinfín de pasto y cielo, de tranquilidad sepulcral, me sentí encerrado. En este punto ya había concebido el nivel suficiente de conciencia como para darme cuenta de que estaba soñando. Quise entonces escapar del lugar y volver a mi vida mortal, donde la felicidad se purga de los momentos tristes y las miradas señalan rutas de vida en un segundo. Cerré mis ojos, tratando de manipular la ilusión y romperla.
No fue grato abrirlos y contemplar lo mismo que antes. O al menos eso creí vislumbrar. El horizonte se había agrietado y sollozaba de dolor. Había hecho un daño irreparable en la perfección, y abierto una chance para escapar, una puerta sin bordes hacia un campo gemelo que cohabitaba en las entrañas del primero. Evidentemente, pensar que salía hacia algún lado o entraba en otro no hacía diferencia relevante. Lo primordial es que había conseguido un traslado, aunque no físico, sino conceptual, pues aparentemente era el único que la ilusión podría soportar sin partirse.
Atravesé la grieta y delante mío se cruzó un árbol de altura incalculable, pues se perdía en el cielo. Aunque era esa la única novedad, me alegré, puesto que un mero cambio en el jardín bicolor, aun nimio, no podía ser trivial. Me pareció la única salida escalarlo, y así lo hice.
Y escalando estuve por enorme cantidad de tiempo, descansando por momentos en las ramas más gruesas para otear el paisaje, intentando perforar, aunque sea con la vista, la celda etérea en que intentaba ser burlado. El árbol parecía interminable. Ya hace tiempo había perdido la visión del suelo, el cual mostrábase como una gran mancha verduzca cubierto por una sábana de niebla. El paisaje sólo constaba ahora de cielo, arbol, y cielo. El viento me empujaba, celoso, las pocas ramas que osaban extenderse allí se partían, y mis manos estaban rasgadas por la aspereza del tronco. Comencé a sentirme cansado y por momentos pensé que si no llegaba pronto a la copa me dejaría caer en los brazos de la ventisca, el camino póstumo y mortuorio. Aunque si hiciera eso, despertaría sin saber nunca el propósito del sueño, y habría fracasado la prueba. Y además pensé que, si ya había subido tan alto, al punto de ya no poder vislumbrar el suelo, seguramente estaría cerca del tope, y debía seguir subiendo. Alentado por esto último, continué mi escalada por un tiempo incierto hasta que ese aliento casi habíase consumido. Dubitativo y desganado, volví a mirar hacia arriba.
Muy a lo alto, se cernía el techo de nubes que, iluminadas por un sol imaginario, me invitaban a contemplar la belleza silvestre a su lado. Esto ya lo había visto antes, pero no había podido acercarme en absoluto. Recordé cómo había quebrado el paisaje con anterioridad, cómo la distancia era tramposa, y cómo la única forma de avanzar por la ilusión era burlando su sinceridad. En ese momento me determiné en usar las energías que me quedaban para llegar a la cima o perecer en el intento. Ya había hecho un trecho larguísimo, y si despertaba del sueño sin una respuesta clara, lo logrado hasta ese punto, tan cerca del final, habría sido irrisorio. Además, la vigilia ya estaba empezando a tironearme de la espalda, para llevar mi mente otra vez a mi lecho en donde despertaría, la niebla se colgaba de mis piernas, y el viento soplaba feroz e intermitentemente hacia abajo, como si de azotes se valiese. Arriba, el techo de luz cegadora estaba sacudiéndose, y caían pedazos de él sobre mi cabeza y hombros, aunque brillaba cada vez más intensamente. La ilusión entera estaba derrumbándose por mi lucha, quizás retorciéndose por el destello de sentimientos humanos que irradiaba, quizás estaba más confundida que yo, que no quería irme sin respuestas. Quizás entristecida porque no había podido contenerme, quizás porque ya había olvidado el secreto que guardaba. De cualquier forma, el tiempo se estaba terminando, y ya empezaba a percibir otra vez el mundo sensible.
Hice, entonces, desgarrador esfuerzo por seguir subiendo un poco más, pero concentrándome esta vez en la escencia misma del traslado que estaba realizando, bautizando de fe cada movimiento, intoxicando el hechizo con sensaciones propias de mi mundo, el de la vigilia, quebrando el espejismo cuanto más me acercaba a su secreto, destruyendo aquel paraíso de tranquilidad por completo, puesto que era aburrido, monótono y no apto para un ser humano -válgase la redundancia, ni en sueños-, o, al menos, no para uno sólo, pero detrás de la monotonía había una enseñanza preciada, enigmática y fatal, que alguien había guardado allí protegiéndola con una placentera ilusión. De lo contrario, en vez de un agradable jardín, sólo representaría un infierno aterrador de estabilidad, esterilizado y seco de pasión! Estaba convencido de que algo muy especial estarían atesorando esas nubes centelleantes.
Con este pensamiento, tenaz, ya casi despierto y liberado del hechizo perpetrado contra mi, levanté la cabeza una última vez y atravesé el techo de luz.

7.4.05

Deus ex Machina

God from the Machine

Luminosas criaturas somos, no partículas de silicio. Nuestro pensamiento no muere en un profuso torrente de información, sino que habita las esferas celestes, y atraviesa vertiginosamente dimensiones desafiando espacio y tiempo, barriendo toda solidez material. Tal hermosura no puede provenir de algo mecánico.
No hay que olvidarse de que la comunicación, ergo la cultura y la tecnología, son sólo herramientas y cualquier asombro que puedan producir es artificial, y se desvanece cuando se intenta tocar o se espera recibir de ellos alguna emoción, o señal de satisfacción. Sólo encontramos esto en entidades vivientes, no en los instrumentos de los cuales nos valgamos. Justo como en aquellos sueños en que anhelábamos visceralmente la posesión de algún objeto misterioso, y cuando lo conseguíamos lo guardábamos bajo la almohada y seguíamos durmiendo, pero cuando los haces de luz joven nos arrebataba ese sueño encantador, nos frustrábamos imponderablemente al ver que el objeto no estaba. Exhorto: ¿Nos hubiera hecho realmente felices -en el sentido más crudo y sobrio de realidad- el que allí hubiese estado?
De cualquier forma, aquella tristeza derivada del sueño debería haber sido canalizada hacia algo más, sin dejarla partir hacia la oscuridad, donde las ideas frías perecen, hacia algún propósito que no se valiera de la consecuente adquisición de algo tangible. Eso hubiera sido aprovechar, en efecto, la experiencia.
Del mismo modo, pasados los años, no es un objeto de ensueño lo que atenta contra nuestra integridad, sino una bestia de plasma y magnetismo con la cual nos hacemos uno, día tras otro, enajenando, aunque no lo queramos ver, valiosísimos pedazos de nuestro ser, echando por los siete mares el preciado motín que nos regaló nuestra percepción del universo, viviendo por algo sin vida.
El uso de este intrumento debería tener los mismos límites que los enunciados anteriormente. Una persona no habla al viento porque cree que este le contestará, cual escritor no escribe con el propósito de que su obra lo cuide cuando esté enfermo. No estoy condenando su uso, pero sí su abuso. Cualquier exceso es pernicioso, pero éste puede ser terrible como el trueno, devastador como el huracán!
En esta época de confusión y sentimientos coloridos y opacos que se entrelazan, más que nunca, debemos alzar nuestros fines por encima de los medios. Esta reflexión podrá ser de gran utilidad, hasta quizá desborde en honestidad, porque podremos conocernos mejor a nosotros mismos, y no a través de una ecuación insípida, y garantizo brindará flexibilidad y armonía en numerosos tipos de accionar. El día que olvidemos quiénes somos y nos hayamos vuelto automáticos, habremos vendido, por un puñado de tierra infértil, el último rasgo de nuestra solemne, majestuosa, hermosa, triste y alegre humanidad, lo cual es lo único que mantiene abierta, agonizante, la brecha entre la luminosidad de las mentes y la aspereza de aquella bestia inmortal en cuyas aguas nos sumergimos, carentes de sensibilidad. Mis ponderados, nunca suframos tal ocaso vital!

5.4.05

Sin Título



A ti me enfrento, apoteosis irrisoria, hermano de la inseguridad, de la falacia, de la paradoja!
Suficientes se enfilan los males que has perpetrado ya, los corazones que has desgarrado y los espíritus que has abandonado maltrechos en el camino hacia la armonía.
Has engañado descaradamente, hundiendo con tu histeria los sueños más valiosos, más queridos y anhelados, título póstumo.
Pometiste jolgorio, prometiste alegría, incomnemsurables campos de felicidad, para luego morder la mano del que te ha alimentado ciegamente, viciando su fe y escupiendo indecibles pensamientos a los cuatro vientos.
Ruevuélcate, entonces, cuando te abandonan, título inservible, ilusorio, mentiroso, motor impío de la sedición, de la traición, pedestal quebrado que engolosinado con su risa se desboca espantosamente y ventila sus mentiras cuando es expuesta su intención a la luz de la verdad, pues ya no eres invisible!
Tu ancla en la cultura humana se corroe, puesto que la insipidez dura mucho entre los hombres y las mujeres, pero no es eterna. Y se encuentra en dicho lar mi regocijo, pues estoy convencido de que en el camino hacia la prosperidad, se desharán de ti cual trapo maculado de sangre.
Advierto y siempre advertiré a mis queridos sobre tus manias y podrán discriminarte cuando quieras acercárteles desde las sombras!
Así pues, sea con mi mal visto carcomido el semblante de tu tranquilidad, y mirad bien hacia abajo, porque allí en donde estás parado cederá y caerás gritando perdón en los abismos del olvido.

29.3.05

De Cómo la Preocupación se Amolda a los Dilemas



Habrá de buscarse la tristeza como si del pan se tratase, pues el hombre y la mujer hace siglos fueron condenados a errar, hurgando en tristes recovecos su propio origen.
Somos entidades incompletas.
Pero no debemos olvidar que es eso lo que nos hace sociales, tristes, felices, temerosos, en fin, humanos.
Dilucidado el sendero que pretendo recorrer contigo, mi trémulo amigo, os ilustro. No existe la vida sin preocupaciones, porque de las preocupaciones la vida está hecha. Sin aquellas, no habrían objetivos que cumplir, batallas que vencer, sueños que lograr!
He notado demasiadas veces cómo, a pesar de las prédicas de altísimos sabios que me anteceden, el mérito de la preocupación se expande y contrae, y esto es porque cubre como un manto de niebla las cosas por las que velamos, las cosas que amamos, que pretendemos. Si estas últimas son numerosas, el manto se verá expandido en su superficie, aunque perderá densidad, y viceversa.
Hay una cantidad determinada de congoja que un individuo puede abarcar, y las variaciones entre ellos son nímias y oscilan en el campo de la responsabilidad, concepto gemelo. Asimismo, la persona tiende a proyectar la totalidad de capacidad preocupacional al medio circundante sin importar el momento de su vida en que se encuentre. Esto quiere decir que cada ser adaptará su estigma de pavor a la circunstancia latente, independientemente de la heterogeneidad que irradie su sistemática enumeración.
Personalmente, me he visto menos preocupado por numerosos asuntos en el pasado de lo que me he visto en un sólo asunto aún más profundo en el tiempo. En ese entonces concebí la idea, y estoy harto satisfecho con las veces que vi que no era el único. Encasíllase lo expuesto en el marco de un defecto del ser? La tristeza realmente se busca para encerrarse en sus paredes frías -pero aún protegidos de la intemperie del mundo de los osados pensamientos humanos-? O encasíllase en parte de la distracción que las deidades de antaño armaron para separarnos de su lado y proteger su poder detrás de una luz fulminante, o una oscuridad profunda como el espacio?
Es innegable en este punto que estamos adentrándonos en campos psicológicos. Y como no hay persona alguna custodiando la entrada, podemos seguir adentrándonos un poco más sin temor.
Teniéndose por cierto lo precedente, qué tan valiosa es la preocupación? Debemos rendirnos ante la plataforma fáctica que se nos presenta, mas el pedazo nuestro que se funde con ella? No.
Debemos aislarla y mirarnos desde arriba, y aquí hacer buenas migas con nuestros conocidos. Una visión distante es valiosísima, y más que nunca cuando nos enconamos tan cabizbajos en nuestros problemas personales. Es en esos momentos cuando más importante es levantar la vista y contemplar el firmamento, simplemente escapar, dar un paseo por la vida en términos generales -si es que tal cosa existe-, escapando de nosotros mismos (que no es lo mismo que vacacionar) y, luego, refrescado el espíritu, redescubrir nuestros pesares y entender que no pueden dominar un motu tan tenaz como el que habremos adquirido si fuimos atentos. Es en la distracción en donde se encuentra el sentido y la solución, no en el encono, no en la subordinación, ni mucho menos en la entrega a las circunstancias.
Cuando entendáis esto, estaréis un paso más cerca de lo divino.

20.3.05

De la Simpleza en las Formas



La complicación, el artilugio fuente de cualquier disonancia.
Plasma de las inconclusas entidades pensantes, filosofía de la decepción, séptimo hijo del odio, bestia domada del engañoso, pueril vicio de la mentira, fuego de confusiones, hielo que construye los majestuosos glaciares en donde el insidioso grita sus macabros triunfos por sobre las aguas inocentes.
No es creible que las palabras se hayan inventado para herir! Quién podría haber tramado un desenlace tan retorcido, tan vil, a partir de una creación que desborda tantas lágrimas desde si misma por su sinceridad?
Lo cierto es que no somos culpables del uso que se le de a las mismas, puesto que como he dicho siempre y repetiré hasta el hartazgo, son sólo uno de los tantos vehículos de potencial expresión, y por lo que hay encima de ellas nosotros debemos responder. Pero, por el vehículo mismo también? Hay acuerdo válido entre las interpretaciones simbólicas? O es una farsa, un chantaje non grato, un error involuntario o voluntario?
Siempre se hacen presentes, en cada letra, cada sonido, cada gesto, el márgen de subjetividad, que tiene facultad suficiente para deformar todo lo expuesto -y se vuelve peligroso cuando se cruza en nuestro camino quien muy bien sabe usarla-, el tono, la forma, el eterno juego de luces y sombras, lo que se dice y lo que no, sujeto al mismo juicio. Un guiño equivocado puede detonar la ira mejor guardada de alguien sensible, o detonar la devoción amorosa imperecedera de un alma que hace tiempo ha cortado su hilo de plata con el amor en todas sus formas, aspectos y colores.
Es por estas razones que considero a la simpleza en las formas de expresión como una virtud, un regalo de ser a otro, una lujosa presentación. En virtud de un discurso cordial, agradable e inexorablemente bello debemos hacer el esfuerzo por lograr esta modesto atributo. Y no termina el placer que prometo provocará en uno mismo en forma totalmente endógena, sino que nuestro interlocutor también, en alguna de las tantas plataformas de conciencia, se sensibilizará ante dicha gracia, rindiéndonos quizás los recovecos de aquellos pensamientos que pensaba nadie entendería nunca. Garantizo estará agradecido y no olvidará esta susodicha concesión de verdad cuando nos materializemos en sus pensamientos. No es difícil adquirir o mantener esta consonancia con los sentimientos propios y ajenos si se parte de una base de confianza estable que valga cual piso firme para los cimientos de una frase sobria y erguida, que proviene de un corazón sincero y puro!
En el caso contrario, lo que debe hacerse es emprender el inevitable viaje en el tiempo para enmendar aquellas situaciones que nos han lesionado, y así recuperar nuestra confianza perdida. La dificultad de esta empresa se disipa cuando vemos la luz al final del túnel, y la veremos de inmediato si tenemos la ilesa, inocente voluntad de sincerarnos con nosotros mismos.
Aquí y ahora sea, pues, mi desazno en elogios hacia la simpleza.

12.3.05

Oda a los Vientos de Otoño



No mueren las hojas
cuando caen al piso
pues siguen hermosas
cual mágico artificio.

Aunque su tiempo pasó
y ya se marchitarán
otras nacerán con furor
y su lugar clamarán.

Los vientos se secarán
y lamerán el verano
de cortezas aquí y allá
en fin, de todo árbol.

Pero el árbol recordará
tus risas y sonrisas
y el año entero aguardará
anhelando tus caricias.

El plumaje de los pájaros
firme, filoso se volverá
cuidado con sus aletazos!
pues de ti no se apiadarán.

Y cuando vuelva el momento
y sean mansos otra vez
suaves se posarán en tu mano
y allí dormirán un mes.

Se opacarán los colores
pero no irán a ningún lado
sólo aplacarán sus fragores
del cándido Sol, ahora apagado.

Un día volverá impetuoso el calor
y para enfrentarlo con gracia
reposan estas bellezas del ardor
Así podrán, una vez más, mitigar su arrogancia!

5.3.05

Hipocrisy vs. Sincerity



Desgárranse ambos accionares por alcanzar la pulpa de personalidades inocentes, inmaculadas, prometedoras! Almas que enfilan recién bañadas de ingenuidad dejando la dorada fuente de pureza de aquellos espasmódicos primeros años, ahora sólo un recuerdo borroso de alguien en cuya sombra han devenido.
Alta, solemne y franca la sinceridad tranca sus puertas y conténtase cuando la luz brillante de sus nutrientes fervorosos, la redención y la paz onírica transitan soberbias bajo su arco. Nada trae más regocijo a este ángel de cristal que el manifiesto de los sentimientos más profundos. Vive en un estado de vanidad inquebrantable, e invulnerable a la malicia. El miedo es sólo un concepto, una teoría en desuso que formuló alguna mente macabra. Clama este modus operandi estar arraigada en lo más profundo del ser.
Monstruosa, oscura, penitente, otra desviación de la personalidad clama exactamente lo mismo, y valéndose de sus máscaras petulantes, proyecta ilusiones que se desvanecen al Sol. A propia disposición e interés, su negra cueva traiciona rotando y cambiando de posición, con asistencia del sigilo y la traición, poderosos aliados. Y meciéndose entre la viscosa oscuridad relampaguea destellos de colores entrecruzados y opacos. Los ciegos de corazón caen, confundidos, engañados, en las garras de la de esta araña traicionera.
No existen reglas de combate, ni valores morales en común, ni treguas, en los términos de esta visceral batalla. Aunque en diferentes espíritus se encuentre más uno de estos modos que el otro -o, al menos, así parezca-, dar finiquito a tal pugna sólo es posible mediante la muerte.
"Puros" es el título que se autoadjudicarán aquellos cuyos corazones hayan entregado al ángel dadivoso, y el mismo título se adjudicarán quienes, a diferentes niveles de conciencia, hayan hecho lo opuesto. Por esto, os advierto e intimo a distinguir entre los haces de luz ténue y escurridiza, y los firmes, cimentados, e infinitos!

24.2.05

Patria Alienígena



Es cuando el húmedo calor estival perfora la piel cual daga candente que los espíritus inquisitivos suscitan sus más desconsiderados atrevimientos. Razón y cordura se funden en la desesperación por el control absoluto de nuestros senderos disidentes y contemplámosnos acelerados y a merced de imágenes impías que se suceden entrelazada y vertiginosamente. La sed de satisfacción, tranquilidad y desinteresado bienestar se convierte maliciosamente en un engaño que se copia a sí mismo una vez más, victimario de toda sutileza, sapiencia y prudencia.
Rozando semejante estado de cosas, la imaginación invita a pasear. Y los dos mejores lugares para aquello siempre serán el cuarto cerrado, aislado, en la oscuridad; y su pululante, pomposo opuesto, la opulenta jungla de cemento, el reino de la celeridad, el sinsentido y la etiqueta de moda, emblema eterno, flamante, hipócrita, de un grotesco teatral que nunca llegó a estrenarse.

Así es como el caminante atento y pleno de paz merodea entre maleza y espinas, asombrado, ofuscado, incrédulo ante esta irreversible masa de emociones inocuas. Un paseo infernal, cuyo destino pierde significado, absorbido por aquel inconcebible vórtex sensual. Guerra de colores opacos y sombras, de disgustos y palpitaciones funestas, de pasos hacia el olvido.
Es esta la ciudad en que vivo? Con esta gente comparto mis andanzas? Es ésta mi patria? Pero, cómo podría sentirme identificado con tal malformación de sueños y pesadillas tempestuosas que relampaguea en intermitencia, como acosado por una inmensa nube de polvo y ceniza de sueños muertos?
Sentirse identificado con dicho torbellino de pensamientos trae regocijo sólo a los espíritus que vagan en busca de su cuerpo perdido; cuya constitución y orgullo se ha abandonado en el camino, esperando abrazar algo más grande que ellos. Los que han logrado abrazarlo, ya no están ahí, pues han sido jalados hacia adentro con destreza mitológica.
Niego que algo así se constituya en patria para alguien que lo ve como yo. Prefiero velar por mis seres queridos, que es algo más factible, a hacerlo por gente de quien no se nada en absoluto ni de ellos ni de alguna de sus extrañas procedencias. Niego el sobreexigirme por defender algo que no amo, menos por algo que ni siquiera conozco. Aquellos que lo ven diferente, pues me alegro por su coraje, o lo que sea que los incentive! Una ceguera colectiva? O el hechizo fallido de algún chiflado mago de antaño? Quizás el hecho de ver cómo una ciudad que fue construída como un ideal se desmorona de vergüenza ante el torbellino vacío es justamente lo que les provee con bienestar y dibuja aquellas sonrisas que desbordan sarcasmo muy cerca del ojo de la tormenta.

17.2.05

L' Erreur



En últimos tiempos he notado que muchas discusiones se han materializado dentro de dicha carátula. Al respecto me manifiesto clamando simplemente que según mis propias convicciones, el error en sí no existe. Miles Davis solía decir eso en lo concerniente a la música. Para una persona que cree que casi absolutamente toda vivencia puede plasmarse musicalmente, como yo, admito que me ha seducido esa afirmación tan simple y optimista.
Cualquier persona puede imputar la característica de "errónea" a cualquier acción, pero esto siempre será subjetivo. Cuál es la razón? Sentirse mal al arrepentirse? Vale la pena meditar tanto sobre la forma en que algo intentó hacerse? Otra persona puede verlo como el logro de vida de la primera. Como es usual, los puntos de vista hacen la diferencia, la heterogeneidad y la belleza de la personalidad individual.
Hacer planeamientos futuros para realizar adecuadamente un curso de acción es provechoso, mas frustrarse porque posteriormente las cosas no salen bien es poco sensato, porque el sujeto que se frustra no es exactamente el mismo que planeó, toda vez que habían cosas que no sabía con precisión, y a partir de eso, es el mismo sujeto, sí, pero al mismo tiempo no lo es en cuanto el sujeto que planeó estaba en inferioridad de condiciones. De hecho, si obligáramos al sujeto que se frustra a retornar en el tiempo (quitando la memoria que haya ganado desde el momento de la decisión del curso de acción a tomar), serían las mismas circunstancias, y muy probablemente haría lo mismo que aquella derivación pasada de si mismo a la que maldecía.
En todo caso, pondero que son las intenciones lo que hay que tener en cuenta para juzgar una acción más apropiadamente. No está de ningún modo bien culparse a sí mismo por algo que se intentó hacer con el mejor esfuerzo y desde el fondo del corazón, sea este viciado, problemático, frío, hermoso o lo que sea que fuere o como sea que haya estado en ese momento, y con una intención a buen -"mal", a mi parecer, también se aplica- término, que es justamente lo único que debería prevalecer, y no el fin "bruto" que ha derivado de tal accionar. Como podrá verse, extiendo este simple principio a cada una de las acciones humanas. Si se ha tomado un camino equivocado esto no implica un error tan grave como suele estimárselo. Debe ser visto como una oportunidad, y como una preciosa demostración de que no somos máquinas, puesto que en la diferencia siempre se obtiene una ganancia no calculada a priori, y por lo tanto más regocijante aunque sea menor (ésta ya sería otra entrada de subjetividad al dilema). En el instante en que se entiende lo antedicho el concepto de error se desvanece. Quienes más a menudo se aventuren en las vías misteriosas de la vida sabrán de lo que hablo, y quienes no, seguramente es sólo cuestión de tiempo el que se den cuenta. Hay que aislar la intención de la acción, hay que aislar la plataforma fáctica, y si la acción tristemente perjudicó a otra persona, hacer lo posible por que comprenda que las consecuencias que se derivan de nuestro accionar no eran lo que había sido tenido en miras, sino algo diferente, y máxime debe imponerse esto último, cuando dicha persona se trata de alguien caro a nuestros sentimientos.
Insto a pensar dos veces antes de culpar a persona alguna de algo que hizo y sobre todo si es sólo porque no nos gusta el modo en que lo hizo y/o exclusivamente aquello en lo que la acción culminó.
Es tentador en este punto ampliar sobre la "intención", un concepto que se funde con lo que aquí expongo, pero, en virtud de la brevedad expositiva, no será en esta ocasión. Sólo diré que, en la mayoría de los casos, las acciones equívocas son menos erradas de lo que parecen, a menos que como es usual se las potencie con angustias que no hacen más que trepar una encima de la otra y lo mejor que pueden conseguir es un foco depresivo tan intenso que el problema originario será olvidado pero la angustia permanecerá latente. La acción no se limita en sí misma, sino que las circunstancias, el conocimiento, las aptitudes, los sentimientos y las intenciones intenciones, los hechos, reflexiones, pesares y alegrías pasados, presentes y futuros también le dan forma y en absoluto carecen de importancia. Aparentemente, esto es casi invisible para los ojos humanos.

12.2.05

Oda a la Paciencia



Paciencia, paciencia
tributo al porvenir
Llama de cinco escencias
que aquí voy a descubrir.

La una, escuchad bien
es el trazo hipotético
Es evitar la merced
de lo obvio y patético.

La segunda ruge fuerte
y lanza el tarascón
Pues dócil retiene
aquella abrupta acción.

Paciencia, paciencia
sobre corazones sabios
Erguida vuestra presencia
y cerrados tus labios.

La tercera es triste
al recordar lo perdido
Y de negro se viste
danzando en el olvido.

La cuarta es la opuesta
se llama esperanza
Mansa y bien dispuesta
despierta cien hazañas.

Paciencia, paciencia
abrazadme, sofocadme
Serenadme con tus caricias
transportadme, bendecidme.

La quinta y póstuma
no tiene rostro ni nombre
Es semilla de locura
que surge y resurge.

Evitad, contestad pesares
alimentad mis reflexiones
rescatad mis valuartes
potenciad mis emociones.

Paciencia, paciencia
que haría yo sin ti
ojalá éste y próximos días
de mi lado te pueda sentir.

3.2.05

The Creature & the Paradise



En lo profundo de un bosque hace mucho olvidado vivía una criatura.
Tan solitariamente arrastraba su vida que desconocía el tiempo, y toda lluvia, trueno, dia o noche no eran mas que extensiones de su propio ánimo. Puesto que todo lo que la criatura conocía era ella misma, no reparaba en diferenciar lo suyo de lo no suyo. Alimentábase con vegetales y frutas frescas indiscriminadamente, tomaba el agua pura de los lagos y las cascadas, y se bañaba plácidamente en la orillas, y luego, echándose mansamente sobre la roca para que el sol secara su pelaje, contemplaba a las frondosas ramas abanicándolo desde lo alto, meciéndose celosamente. Divertíase esquivando los árboles y corriendo cuesta abajo por las salvajes lomas que trazaban las lianas muertas, o trepando a un arbol muy alto para verlo todo desde arriba, absorto en una tranquilidad majestuosa. Y por las noches, llegada la hora del descanso, gustábale a la criatura buscar un suave montículo de hojas, para recostarse y ver cómo en un silencio sepulcral la Luna lo hostigaba desde el infinito. Las mañanas teñían de azul la flora toda, como si estuviese el bosque entero hundido bajo las aguas, pero eso duraba poco, porque, al regar con luz cada vez más intensa el Sol, el bosque volvíase rojo, y parecía estar en llamas. La criatura estaba convencida de que todo esto, cualquier cosa que hubiere entre el horizonte y ella, entre las nubes y las profundidades de los lagos, era tan suyo como su cuerpo, y asimismo era ella misma lo más bello que podía concebir con su pensamiento. No tenía nombre, porque nadie había para nombrarla. Encerrada en este interminable paraíso, la criatura pasaba sus días, todos idénticos por cierto, y no conocía el dolor, ni el miedo, ni la vejez.
Pasaron muchos años hasta que comenzó a notar que había perdido velocidad, y que sus garras estaban desgastadas, y sus bigotes blancos. Confundida, y mientras pensaba en esto, una roca sobre la que estaba parada cedió y cayó a un pozo oscuro y viscoso. Tendida boca arriba, sintió los filosos ojos de las estrellas atestigüando cómo experimentaba un malestar por vez primera. Y dicho malestar se articulaba en su pata derecha, que se había quebrado. Intentó ignorar esto y volver a la superficie, pero el pozo era hondo, resbaloso y traicionero. Sintió miedo, angustia, luego desesperación, y diose cuenta de que en realidad no poseía cosa alguna, y que su existencia terminaba en su propia carne. Extrañaba tanto jugar con los árboles, ver las brillantes praderas erguido sobre sus copas, tomar sol, echarse rodando cuesta abajo por aquellas delicadas lomas. Comprendió que a través de ese sufrimiento había también aprendido no sólo a extrañar sino también a valorar, y a amar. Esta masa de nuevos sentimientos inspirole a salir de ese horrible agujero al día siguiente, y con la luz solar encontró su buena suerte en una liana amiga que se prolongaba hacia afuera.
No pasaron muchos días hasta que la criatura decidió partir del paraíso y adentrarse en la maleza hacia lo desconocido, en pos de buscar un lugar más propicio para continuar desarrollando sus recientemente adquiridos sentimientos, y a experimentar nuevos. Sabía demasiado bien que un lugar tan bello sería difícil de superar, pero también que dicha belleza habíale consumido su vida. Así, contempló la mañana por última vez, aunque ya no estaba absorto por su sublimidad. Se sintió velando el cadáver de una prefección hecha pedazos por su mera y ahora caduca presencia. Adentróse entonces la criatura y su flamante madurez en la maleza, y buscó su pasado, presente, y futuro, buscó su tiempo, buscó su amor, su sufrimiento, y oportunamente, buscó su muerte. Y el pequeño tramo de vida en que hizo posible todo esto fue aún más intenso que vivir en el paraíso, pues entendió segundos antes de morir que el paraíso no era bello sino porque él quería, y que esa belleza él la llevaba a donde quiera que dirigiese sus pasos, porque habíasele impregnado irrefutablemente, la había absorbido y era suya. Y llevose la criatura toda la belleza de aquellos prados, ahora marchitos.
Así concluye esta breve historia de antaño que nos recuerda principios indelebles e inherentes al proceder de los animados y los inanimados y su recíproco intercambio.

28.1.05

De la Suerte



No es animal, ni mujer, ni hombre, ni vegetal. Será la fortuna de Maquiavelo? O el complemento a la estrategia de Freire? No será el torcer del resto subjetivo que marginan la objetividad de lo que todos vimos que sucedió? No será encontrar en los vestigios de lo obsoleto alguna filosa espada que pueda tajar la delicada tela del destino para que se cierna la libertad sobre los hombros de su portador -y de los que hayan estado concientes de lo que hizo-?
La suerte, en efecto, no existe por sí sola, sino que, al igual que la verdad, no se plasma en otro lugar que no sea la mente humana. Es una interpretación de hechos subsidiada por algo inentendible y cuasi religioso. Pero en esta cuasi religión no hay deidades, y podría ser la más común de todas.
De hecho, alguien, perfectamente sito en sus más racionales cabales, podría llamarla "la Gran Voluntad del Universo". Podría contradecir alguien la verdad invisible que este hombre esgrimiría? Yo lo haría del siguiente modo:
-"Cómo os atreves, diminuto intento de blasfemo, a manchar las queridas creencias de mi raza con tus explicaciones infundadas?"
Y supongo así me respondería:
-"Pues aqui lo digo, oh §iddhartha, que no puedo explicarlo. Sólo lo veo y lo se. Mas cómo explicas tú las cosas en las que crees infinitamente?"
-"¿Acaso no has visto mi corazón hablar cuando lo expongo a los cuatro vientos y a los ojos y oídos de mis amigos y enemigos? Libérate de temor, libérate de duda, y yerra como el viento, apartado del destino que se te trazó al nacer!"
-"¿Pero, cómo puedo alejarme de mi destino si no lo conozco?"
-"Vuestro destino se extiende enfrente tuyo. Es el camino fácil, ocioso. Es entregarte a tu creencia y enamorarte de esa entrega."
-"¿Significa entonces no debería entregarme a las cosas que creo, como lo haces tu?"
-"Yo no me entrego a absolutamente nada, justamente para poder entregarme a todo. Amo la vida, y amo la muerte, amo el sol y amo la luna, amo la lluvia y amo la nieve. Y tú, qué amas?"
-"Yo sólo amo la suerte. Mi suerte."
-"Ergo, a menos que cambies de parecer, es la suerte la que decidirá tu camino, tu principio, y tu fin. Y es algo que ni siquiera vas a haber sentido nunca sino enfocado en ti. Y te perseguirá la duda de si has incurrido en error, y en los oscuros rincones de vuestro corazón lamentarás tu condena, porque ese amor es inexpresable, es inemitible, e inreceptible. Valga la redundancia, compañero errante, te deseo suerte."

27.1.05

Del Adios



Hay una única razón por la que una despedida puede ser placentera, y esta es la vuelta, el retorno, el reencuentro.
Adios es la espina de una rosa que corta cuando se extraña aquel embriagante aroma. A la deriva, sumido en el mar de recuerdos, el momento último resucita y muere infinitamente. Deseos, sueños, ilusiones, expectativas y anhelos se funden obsenamente en el optimismo zigzagueante que trazan los péndulos del pesimismo con brutal descaro.
Y con inhumana agilidad el momento futuro del retorno escapa a las garras de pensamientos funestos, para sobrevivir y alentar a los estratos superiores en donde habitan los pensamientos ilógicos que brindan motricidad a una irremediable máquina de extrañar. Momento futuro que enciende la llama perdida de esperanzas cortantes en nuestro interior y que nos destruye desde lo más profundo.
Y al final esto es placentero pues aunque la llama nos queme nos hace sentir vivos, y reafirma el pensamiento prohibido que hace siglos ruega que es a través del dolor y el sufrimiento que definimos nuestra ambigüa vitalidad.
Entre la colorida gama de diferentes despedidas las dos más comunes:
El grato adios es una garantía de tiempo y suceso futuro, es mutuo acuerdo de que algún día, después del sufrido extrañar, llegará el momento del feliz reencuentro! Aunque con tranquilidad puede esgrimirse que el reencuentro puede frustrarse por diferentes razones, en principio la intención compartida en el momento del saludo prevalece.
Aunque no es así el adios ingrato, en cuyo caso el único mutuo acuerdo que puede suceder sería una paz insípida que simula la inexistencia de ambas partes!

20.1.05

Ser Humano


"Qué es ser humano?..."

Desde que tengo uso de razón y memoria esta pregunta danza burlonamente delante mío. Creo que ha llegado la hora de danzar con ella.
Lo que primariamente presiento es que al ser dicho tópico tan controvertido culturalmente y difuso en todas las interpretaciones que puede atribuírsele es prácticamente imposible concebir la agudeza analítica para hacerse con alguna conclusión tangible.
Será humano ayudar a una niñita llorando en el parque porque ha perdido el rastro de su madre? Intuyo que en el ámbito en el que me ha tocado vivir esto sería bien visto. Ayudar a la niñita haciendo uso de nuestro mayorazgo de edad y razón para dar término a su desesperación encontrando a su madre. Con esto no hay problemas, es claramente un acto de humanidad.
Transladémonos ahora a la pobreza. Desde tiempos inmemoriales los hombres han imputado valor de canje a objetos que consideran útiles o escasos. La sola existencia de algo así se conjuga con la ambición, la astucia y la fortuna de las personas en un eterno desbalance. El hombre se averguüenza de algunas partes de si mismo, y las oculta. Cuando camina, evita mirar al vagabundo. Es esto considerado humano? Veo enfilarse los miles argumentos que podrían dárseme para rebatir esta última afirmación. Pues aquí digo que todos y cada uno de ellos son falaces, y no hacen más que encubrir aquello de lo que la especie se avergüenza, su ego y su precariamente oscuro proceder. Por qué esto no es considerado humano? Porque empaña la buena imágen que la especie quiere armarse de si misma? Aunque yo mismo he sentido vergüenza ajena por esto, debo confesar que como los demás, también he apartado la mirada. Pero muchas veces más que otros he sido solidario.
Vayamos un poco más lejos: No tener vergüenza ajena, sería humano también? Por supuesto que sí. Al igual que todos los sentimientos deplorables, non gratos, viciosos, perversos y viles lo son. Eso es humanidad también. Y, básicamente, es mi punto. Pero con esto no busco desmerecer a la justicia cuando reconoce en nombre de la sociedad toda que un acto es injusto, ilícito, u homicida. Es necesario que exista algún punto de partida, algún punto de apoyo donde habite algo concreto, es decir, alguna suerte de vara divisora del bien y el mal que podamos ver, tocar y sentir en algún lado que no sea nuestra mente. Pero es importante no valerse de esta vara para medir, sino que en lo que a ella respecta una conciencia de grupo la module. El hecho de que este instrumento pueda equivocarse y desbalancearse es evidente, porque lo que lo originó también podía hacerlo.
No hay necesariamente que entristecerse por esto último, dado que la perfección tan anhelada en ámbitos tantos como numeros existan es real sólo en una mente conciente. No hay escape de la imperfección por más acercados que estemos al parámetro opuesto. Es la actitud con la que se aproxima al concepto lo relevante.
Por último, plasmaré este pensamiento en un estado de cosas que el ser humano ha experimentado y experimentará hasta el fin de su existencia, por estar anclado a su viscosa escencia, la guerra.
Planteémonos la poco feliz imágen de un soldado que debe elegir entre matar o morir. Esta desafortunada elección, que a mi parecer acarrea tanta responsabilidad como miseria, estaría sujeta a los parámetros ordinarios de lo que se considera "humano", o excede aquellos cánones? O es que quizás la hipótesis entera esté cerrada a cualquier análisis por tratarse de la defensa de una patria? Entonces, la humanidad toda, que ha cobijado a este soldado desde su nacimiento, estaría dispuesta mirar hacia otro lado mientras dispara? Me temo que mirar hacia otro lado ya no me satisface a mí. Y, a propos, creo que centrarse en "lados" es igualmente obsoleto. De la misma forma, establecer un límite entre lo que es humano y lo que no, también lo es.

12.1.05

Oda a la Ola

Tiempos de retorno, de reinauguración, de reflexión. Y para tal fin, estreno estos perezosos trazos que traje conmigo de la costa.



Oh, adorado mantel de sal
sólo tu refrescas corazones
y ese zumbido celestial
posees en mil tenores.

El viento os acaricia
y la arena os contiene
y el sol os envidia
pues de calor se muere.

Naces como un gesto
en una cara angelical
y yo sutilmente me presto
a contemplarte a vos y al mar.

El horizonte opacas
mientras os elevas
y las nubes giran
y revoltosas miran.

Majestuosa os impones
y ruges cual morbosa fiera
aunque poco es lo que vives
en momento alguno desesperas.

Luego os lanzas furiosa
sobre las aguas inertes
y os conviertes en espuma
mientras moribunda os meces.

Y llegas a la orilla
y a la arena cuentas
vuestra póstuma aventura
y vuestra eterna siesta.

Aquí te esperaré, querida ola
a que vuelvas a teñir de vida
esta playa, esta isla desierta
esta inmutable melancolía.

29.12.04

La Verité



Alguna de las cuantiosas juras que se dan cada día...

Amparándome en mi propia curiosidad, insto en la presente ocasión a reflexionar unos minutos sobre el verdadero significado de la Verdad, y clamo: la Verdad es una creación humana, no existe por sí sola, a menos que alguien crea en ella. Así como el sonido no existe si no hay nadie para escucharlo, y los colores tampoco si no hay nadie para observarlos, lo mismo sucede con el pensamiento veraz.
Pero, entonces, sólo se necesita alguien que crea en algo para que exista? No.
Antes de arrojarme el teclado por la cabeza, escuchadme. No estoy diciendo que al creer que hay un extraterrestre enfrente mío, hay inevitablemente un extraterrestre enfrente mío. La gente necesita parámetros, estándares, apoyos, necesita saber que no es la única persona que cree en algo -y, finalmente, tiende a reunirse con aquellos de pensamiento afín-, y justamente para eso existen las palabras. Pero de las palabras hablaré en otra ocasión, está pendiente, como muchas otras cosas.
Continúo. Cuando una "imágen" -por esto deberá entenderse cualquier cantidad y/o tipo de información que altere de alguna forma u otra los sentidos, o un sentido en particular- se inmiscuye en el camino de una persona, es incuestionable e irreversible el hecho de que esta persona elegirá, dependiendo por supuesto de la imágen hipotética que se plantee, en una fraccionésima de segundo, entre creer en esta imágen o no. Ahora bien, nos chocamos con el siguiente interrogante: Qué es creer? Me expresaré sin rodeos, claro está, siempre desde mi humilde punto de vista, y como de costumbre siendo un sumo placer el verme refutado. Creer es aprehender la existencia de una imágen o cosa, adjudicándole un propósito, un sentido, y usualmente un sentimiento vinculante y propulsor del recuerdo. Ahora bien, si alguien me preguntare qué es aprehender, le contestaría que es, de alguna manera, fusionarse con el conocimiento. No el sólo hecho de saberlo, sino el de sentirlo, o percibirlo, conocerlo desde un punto de vista, podría decirse, familiar. Habiendo ya ahondado lo suficiente sobre la creencia, me retrotraigo hacia lo que nos interesa.
Como he dicho ut supra, la verdad se compone a partir de la creencia, en la mayoría de los casos, de dos personas sobre un mismo concepto o imágen, constituyéndose como casos aislados -es decir, aquellos en donde la creencia de una persona es harto suficiente- las creencias religiosas, abstractas, la gama de modus operandi, la personalidad, las ideas, los pensamientos, los deja vú, los sentimientos, emociones, y el amor incondicional, que casi se ha extinguido por completo.
En lo que concierne a las cosas materiales, están todos los objetos tangibles, legibles y audibles -aunque entre los audibles puede discutirse dado la subjetividad del sentido mismo, esto es, si nos encontráremos ante un discurso político, por ejemplo, no habría disidencias, al menos no en cuanto a lo dicho, a lo que se quiere decir, quizás sí, y caso similar, aunque más profundo y dilemático, la música, tema al que también reservo un escrito futuro-. Voy a centrarme en las palabras, que son, honestamente, el sentido de este post. Son verdad las palabras, frases, dichos y confesiones que transmiten la creencia de uno? O son las que se adjudica la creencia de otro también? Cómo osa una persona creer en la creencia de uno, aunque se lo diga? Será verdad, será mentira? "Seguro fue preso", como dicen. Nada es seguro. La verdad se construye subjetivamente. Los hechos? Si, claro. Sobre los hechos que ocurrieron en el pasado puede llegarse a un acuerdo, en cuando a cómo sucedieron y cuando, pero a lo que es realmente difícil llegar es a el significado de aquellos. Alguien se atreve a imputar un significado -que será inevitablemente subjetivo, por estar atados todos los hombres y mujeres a su propia percepción de las cosas y ninguna otra- y defender a muerte que este significado "es el único verdadero"? El que lo hace, es un imprudente, y un insensible, en el sentido sensorial.
Así concibo el eterno caos de entendimiento entre las personas, las cuales al no poder evitar que sus sentimientos y su pasado empañen su percepción, pueden diferir en prácticamente todo, y por eso, la verdad en sí no existe.
Claro está, que hay acuerdos a nivel universal sobre varias cosas, pero son muy pocas y se limitan a casos generales y no particulares y, aún así, son tan imperfectas que dichos acuerdos tambalean como si estuvieran bailando. Todo esto se potencia con los intereses particulares que como siempre terminan por desbalancear todo equilibrio y echan por tierra cualquier honradez sin importar como se manifieste y tuercen la justicia haciéndola dar vueltas como si fuera una tuerca.
Esto es triste, pero no hay solución para lo antedicho. Donde esté la raza humana, habrá hambre, guerras, malentendidos, discusiones, y cantidades inconcebibles de sufrimiento.
Y también estará esta Verdad frágil, versátil y manipulable sobre la que me he pronunciado tan apesadumbradamente.

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