<

29.6.05

αυτοκτονία

Estaba convencido.
Todo había sido un error, un malentendido, una mala abstracción de algún personaje que había intentado imitar hace tiempo olvidado. Su llegada a este mundo, su primer aliento, su primer paso, su primer beso, no habían sido más que derrotas ante la monotonía y ante su sobreestimada naturaleza.
Nunca pudo entregarse a la marea de la playa. Ya le daba asco hasta la sangre que corría por sus venas. Su ánimo, desbaratado, corroído por la sal de tanto tiempo haber vivido en la orilla de su pripia vida.
Vaciló unos segundos, intentando por última vez escuchar su corazón muerto. No escuchó nada. Y sentado en el mismo puente donde en época remota había creído experimentar el amor, compelido por una maquinación fantasmal, desenvolvió la daga del trapo con la cual se la había ocultado a su esperanza.
La daga brillaba radiante, copiando la penumbra sonreía. Sólo rompió el silencio sepulcral una ola que chocó con la base del puente, gritándole que no lo haga. Aquello fue lo último que oyó, mientras pesadamente se dejaba atraer por el caos seductor a sus pies y cada vez más cerca de su solemne final.
Su último pensamiento, desangrándose aun más que su muñeca, de un caos que aquella noche las olas envidiaron, y de una belleza tan solemne que la luna enrojeció: "Algun día, el mundo entenderá. Todo el mundo entenderá."

18.6.05

Doce Hadas



Incompleto aún ansioso
desvelado pero gozoso
levantó su vista y las vio
Doce pequeñas hadas
seducían con volteretas
y aleteos profetas.

Invitábanle, exaltas
exhortas, impetradas
decididas e inmaculadas
invocaban blasfemos
pensamientos prohibidos
sobre finales postreros.

Extasiado el hombre
por dicho enjambre
de lujuria perenne
accedió a su invitación
olvidando el pavor
que le traía tal inmersión.

Tres amarillas, tres verdes
tres rojas y tres azules
danzaban, sonreíanle
acariciábanle, elevábanle
ebrio de lujuria y postrado
el hombre sentíase agraciado.

Pero al llegar a las estrellas
allí donde las hadas tejen
míticas leyendas y pasiones
el hombre advirtió su torpeza
y soltóse en caída libre
intentando volver a la Tierra.

Quisieron rescatarlo las doce
mas no pudieron sostenerlo
estaba tan disgustado el hombre
que se había vuelto más pesado!
Nunca más encontraron sus huellas
y hasta hoy lloran su ligereza.

7.6.05

Del Congraciarse con lo que se ha Sido



Es condición sine qua non congraciarnos con nuestro pasado, si lo que queremos es avanzar hacia nuevos horizontes. Aceptarnos, respetar lo que somos y fuimos, es un acto que irradia seguridad y motricidad a iniciativas veñideras. Acto de amor multidireccional, luminoso! Barre con los fantasmas que lograron asestarnos aquellas situaciones en que nos avergonzamos de nuestra propia naturaleza, de nuestro propio pensamiento y guarida espiritual y cual feroz avalancha intentó hundir los cimientos de nuestro iglú.
No puede engendrar futuro quien no puede engendrar pasado. Si lo que buscamos es lanzarnos a la carrera de uno o mil fines, u objetivos, sueños, o lo que fuere, es prudente retroceder unos pasos y tomar carrera, y sólo en el pasado podemos hacerlo, porque el presente es estrecho y efímero. No basta con vernos a nosotros mismos victoriosos, suspirando y esperando a que llegue la gran oportunidad esperada. La oportunidad se crea, o se propicia; de lo contrario sólo habrá obrado la suerte, y a nuestra alegría la disipará la más leve ventisca. El camino ya trazado nos condiciona, sí, pero no nos delimita si lo tentamos a un innegable concilio por la autosuperación y el progreso en lo que sea queramos obtener. Más aún, nos rendirá la valiosa experiencia que nos debe, el legado póstumo de dicho camino, si escuchamos con atención. En este particular, garantizo que hasta de la experiencia más desagradable puede extraerse conocimiento.
Tener miedo de estirarse hasta nuestras propias raíces y primeros esbozos de imaginación -más precisamente, nuestra infancia- puede ser más provechoso que enfrentar paroxísticamente los problemas diligentes que opacan el brillo de nuestra piedra fastial. Hasta allí debemos retrotraernos, y recordar indiscriminadamente, vendando nuestros ojos sólo con imaginación y comparando, entrelazando, desdibujando el tiempo lineal y hacer de él un nudo como si de un hilo se tratase, luego deshacerlo y probar otro nudo, y otro; y todo esto en relación a un pensamiento, emoción o inquietud fija que se ha repetido en el tiempo, o algo que en todas nuestras vidas simplemente quisimos alcanzar pero lo pospusimos hasta el infinito, hundiéndolo en algún horizonte tétrico.
Habremos entonces de relatarnos brevemente a nosotros mismos lo que hemos querido aquí, allí, entonces, y ahora; cómo nos hemos sentido en tal, y cual situación; qué hubiéramos preferido allá y acullá; qué cambiaríamos; y por sobre todo, qué pensábamos.Con el tiempo nos encontraremos con una imagen atemporal de nosotros mismos, todos los rostros un rostro, todas las edades una edad, todas las búsquedas una búsqueda, y todas las circunstancias, una circunstancia. Una persona desnuda que no miente, ni exagera, ni oculta. Es ésta la misma persona -verdaderamente la única- que siempre ha estado allí, además de nuestros seres queridos, pero no la hemos podido ver, aunque nos haya consolado y alegrado en momentos tristes, y se haya manifestado a través de nosotros en formas que a veces difícilmente pudimos entender. Es quien cierra nuestra lógica, si acaso existe, soporta nuestros cambios, y vela cuando nadie más lo hace. Es éste el niño interior, el caprichoso, el terco, el puro! Contemplad vuestra esencia! Ésta es la inocencia que arrojamos por la borda la última vez que jugamos con un juguete, o hicimos una travesura. Pero, acaso calló? Nunca. Vivió en nosotros, tanto como las demás personas que dejamos de ser mientras nos buscábamos a nosotros mismos y, más allá de lo que creamos haber encontrado, si no incluímos a dicho niño interior y a todas las demás manifestaciones de nuestra exelentísima humanidad, no conservaremos la imagen atemporal por más que unos minutos fugaces.
Esto no insinúa que nos consideremos varias personas, sino que, cada cosa que hicimos, cada intento de alcanzar un fin, cada vez que nos vimos al espejo, nos lastimamos o sentimos el viento en la cara, cada pedazo de nuestro pasado, habla por sí mismo, todo lo que debemos hacer es escuchar su consejo, y que, cada vez que negamos la realidad de algo que nos pasó o algo que (in)variablemente fuimos, no habremos aprendido nada, ni conseguido lo que buscábamos, pues la cadena se habrá roto y estaremos al márgen de dos opciones: aceptar y aceptarnos, o sufrir lo mismo una y otra vez hasta que hayamos aprehendido esa parte de nosotros.
Si nos seguimos abandonando y mutilando, el futuro se alejará indefinidamente! El único modo de alcanzarlo, está en el pasado, y en nosotros mismos. Allí nos vemos.
Hit Counter
Web Site Counter