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7.4.05

Deus ex Machina

God from the Machine

Luminosas criaturas somos, no partículas de silicio. Nuestro pensamiento no muere en un profuso torrente de información, sino que habita las esferas celestes, y atraviesa vertiginosamente dimensiones desafiando espacio y tiempo, barriendo toda solidez material. Tal hermosura no puede provenir de algo mecánico.
No hay que olvidarse de que la comunicación, ergo la cultura y la tecnología, son sólo herramientas y cualquier asombro que puedan producir es artificial, y se desvanece cuando se intenta tocar o se espera recibir de ellos alguna emoción, o señal de satisfacción. Sólo encontramos esto en entidades vivientes, no en los instrumentos de los cuales nos valgamos. Justo como en aquellos sueños en que anhelábamos visceralmente la posesión de algún objeto misterioso, y cuando lo conseguíamos lo guardábamos bajo la almohada y seguíamos durmiendo, pero cuando los haces de luz joven nos arrebataba ese sueño encantador, nos frustrábamos imponderablemente al ver que el objeto no estaba. Exhorto: ¿Nos hubiera hecho realmente felices -en el sentido más crudo y sobrio de realidad- el que allí hubiese estado?
De cualquier forma, aquella tristeza derivada del sueño debería haber sido canalizada hacia algo más, sin dejarla partir hacia la oscuridad, donde las ideas frías perecen, hacia algún propósito que no se valiera de la consecuente adquisición de algo tangible. Eso hubiera sido aprovechar, en efecto, la experiencia.
Del mismo modo, pasados los años, no es un objeto de ensueño lo que atenta contra nuestra integridad, sino una bestia de plasma y magnetismo con la cual nos hacemos uno, día tras otro, enajenando, aunque no lo queramos ver, valiosísimos pedazos de nuestro ser, echando por los siete mares el preciado motín que nos regaló nuestra percepción del universo, viviendo por algo sin vida.
El uso de este intrumento debería tener los mismos límites que los enunciados anteriormente. Una persona no habla al viento porque cree que este le contestará, cual escritor no escribe con el propósito de que su obra lo cuide cuando esté enfermo. No estoy condenando su uso, pero sí su abuso. Cualquier exceso es pernicioso, pero éste puede ser terrible como el trueno, devastador como el huracán!
En esta época de confusión y sentimientos coloridos y opacos que se entrelazan, más que nunca, debemos alzar nuestros fines por encima de los medios. Esta reflexión podrá ser de gran utilidad, hasta quizá desborde en honestidad, porque podremos conocernos mejor a nosotros mismos, y no a través de una ecuación insípida, y garantizo brindará flexibilidad y armonía en numerosos tipos de accionar. El día que olvidemos quiénes somos y nos hayamos vuelto automáticos, habremos vendido, por un puñado de tierra infértil, el último rasgo de nuestra solemne, majestuosa, hermosa, triste y alegre humanidad, lo cual es lo único que mantiene abierta, agonizante, la brecha entre la luminosidad de las mentes y la aspereza de aquella bestia inmortal en cuyas aguas nos sumergimos, carentes de sensibilidad. Mis ponderados, nunca suframos tal ocaso vital!

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