αυτοκτονία
Estaba convencido.
Todo había sido un error, un malentendido, una mala abstracción de algún personaje que había intentado imitar hace tiempo olvidado. Su llegada a este mundo, su primer aliento, su primer paso, su primer beso, no habían sido más que derrotas ante la monotonía y ante su sobreestimada naturaleza.
Nunca pudo entregarse a la marea de la playa. Ya le daba asco hasta la sangre que corría por sus venas. Su ánimo, desbaratado, corroído por la sal de tanto tiempo haber vivido en la orilla de su pripia vida.
Vaciló unos segundos, intentando por última vez escuchar su corazón muerto. No escuchó nada. Y sentado en el mismo puente donde en época remota había creído experimentar el amor, compelido por una maquinación fantasmal, desenvolvió la daga del trapo con la cual se la había ocultado a su esperanza.
La daga brillaba radiante, copiando la penumbra sonreía. Sólo rompió el silencio sepulcral una ola que chocó con la base del puente, gritándole que no lo haga. Aquello fue lo último que oyó, mientras pesadamente se dejaba atraer por el caos seductor a sus pies y cada vez más cerca de su solemne final.
Su último pensamiento, desangrándose aun más que su muñeca, de un caos que aquella noche las olas envidiaron, y de una belleza tan solemne que la luna enrojeció: "Algun día, el mundo entenderá. Todo el mundo entenderá."